M I NOMBRE ES ELENA, Y AUNQUE el tiempo ha tejido sus hilos plateados en mi cabello, mi espíritu sigue ardiendo con la misma intensidad que a los dieciséis años, cuando conocí a Andrés. Era una época de descubrimientos, mi cuerpo en plena metamorfosis: senos que se hinchaban como frutos maduros, caderas que se curvaban invitando al tacto, y un deseo constante que me mantenía despierta por las noches, anhelando el roce de piel contra piel. Andrés, con sus ojos oscuros y su sonrisa traviesa, fue mi primer y único amor verdadero. Nos encontramos en una fiesta de barrio, y desde entonces, no pudimos separarnos. En aquellos días, mi hogar era un nido de reglas estrictas, con padres vigilantes que no permitían ni un minuto a solas. Pero tenía una aliada inquebrantable: mi amiga Laura, hija única de una madre divorciada que trabajaba de sol a sol en una oficina del centro. Su casa era nuestro refugio secreto, un apartamento modesto pero acogedor, con cortinas gruesas que amortiguaban los soni...
| HISTORIAS PARA ADULTOS