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Mostrando entradas de junio, 2025

La terapia de Susi para eliminar sus traumas

M i nombre es Susi, tengo 18 años, cabello castaño recogido en dos coletas, un cuerpo delgadito con un coño hermoso y un culito que dilata con facilidad. Pero hay algo que me atormenta: mis tetas son pequeñas, casi inexistentes salvo por mis pezoncitos siempre erectos, que se yerguen al menor roce. Este trauma me llevó a buscar ayuda en una clínica especializada en sexualidad, dirigida por la doctora Elena y su asistente, Marcos. La clínica era un espacio íntimo, con luces suaves que creaban sombras cálidas en las paredes y un aroma a lavanda que calmaba los nervios. Elena, una mujer de unos 40 años con cabello negro brillante y ojos profundos que parecían leer cada rincón de mi alma, me recibió con una sonrisa serena que me hizo sentir bienvenida. Marcos, más joven, con un cuerpo atlético y una mirada traviesa que me hizo sonrojar al instante, estrechó mi mano con una calidez que aceleró mi pulso. Me pidieron que me desnudara por completo y me sentara en la camilla, cubierta solo por ...

La cenar en casa de Laura, fue una noche de lujuria

L a velada en casa de Laura y Daniel había sido un placer desde el principio. La cena, con sus sabores caseros y un vino tinto que calentaba los sentidos, dio paso a una conversación fluida sobre viajes, libros y gustos personales. Reíamos con facilidad, y la conexión entre nosotros tres era casi tangible. Laura, con su cabello largo  castaño cayendo en ondas suaves, tenía una calidez que me hacía sentir en casa, mientras Daniel un hombre corpulento, fuerte y con tatuajes en sus brazos, con su mirada profunda y una sonrisa confiada, aportaba un toque de picardía que mantenía la charla vibrante. Tras la cena, nos trasladamos al salón. Laura y yo nos acomodamos en un sofá mullido, nuestras piernas rozándose ligeramente por la cercanía. Daniel, frente a nosotras, se sentó en un sillón de piel orejero, sosteniendo su copa de vino con una calma que contrastaba con el brillo hambriento en sus ojos. La luz tenue de una lámpara de pie envolvía la habitación en un ambiente íntimo, como si e...

Sábado de clases particulares de historia

E l sol de la mañana de sábado apenas calentaba las calles empedradas del casco antiguo. Clara y yo, Sofía, caminábamos hacia la casa del profesor Martín, nuestro docente de Historia Antigua. Teníamos 19 y 23 años, éramos inseparables y, aunque estudiábamos con empeño, el tema de las concepciones sobre el sexo en las civilizaciones de hace cinco mil años, como las prácticas sexuales de los faraones o las costumbres del pueblo, se nos atragantaba. Le pedimos ayuda, y él, con su voz grave y esa calma magnética, nos ofreció clases particulares en su casa. “Solo tengo libre los sábados por la mañana”, dijo. Aceptamos sin dudar. Clara, con su pelo color castaño cayendo en ondas sueltas, llevaba una camiseta ajustada que marcaba su figura esbelta y animada. Sus pechos, medianos pero perfectamente formados, con pezones rosados que se insinuaban bajo la tela, parecían pedir atención. Yo, con mi pelo negro liso, vestía una falda corta que dejaba ver mis piernas bronceadas. Mi cuerpo, como el de...

La sed de Nina es un incendio eterno

S oy Nina, y desde que mi cuerpo comenzó a transformarse con mi primera regla, supe que algo en mí era diferente. A los 19 años, mi piel brilla con una sensualidad que no puedo contener, mis curvas se han vuelto un imán para las miradas, y mi deseo, una llama que nunca se apaga. El sexo para mí es una necesidad, satisfacer mis deseos de placer es lo que me mantiene viva, como saborear una buena comida, un ritual que me conecta con lo más profundo de mi ser. Pero tengo que decir no me atraen especialmente los cuerpos jóvenes, ansiosos y torpes -aunque en algunas ocasiones los incluyo en mi placer sexual-. No. Mi pasión se enciende con la experiencia, con la sabiduría que solo los años pueden moldear. Hombres y mujeres de 60 a 80 años, con sus arrugas marcadas por la vida, sus manos expertas y su paciencia infinita, son los que despiertan mi fuego. Anoche fue con Antonio, un hombre de 72 años que conocí en un café del centro de la ciudad. Sus ojos grises, profundos como un océano en torm...

El fuego abrazador de Nina con Elena

S oy Nina, y el recuerdo de mi encuentro con Antonio aún me quema las entrañas, un incendio de deseo que me dejó insaciable, mi cuerpo vibrando con una necesidad cruda y voraz. Los días pasaron como un espejismo, pero mi piel no dejaba de gritar por más. Recordé a Elena, la mujer de 61 años que conocí en una galería de arte, con su mirada que desnudaba hasta el alma y su risa que prometía secretos oscuros. Su número ardía en mi teléfono, y una urgencia animal, casi desesperada, me empujó a llamarla. Su voz al otro lado era un veneno dulce, cálida y magnética, y cuando me invitó a su casa el sábado por la noche para una cena, acepté con un calor húmedo y palpitante entre las piernas, sabiendo que esta noche sería un descenso al abismo del placer. El sábado llegó, y la noche era un manto espeso, cargado de lujuria contenida. Me vestí para provocar: un vestido negro tan ceñido que era casi una segunda piel, abrazando cada curva, el escote profundo insinuando mis tetas, la tela rozando mis...

Seducción en el Campus

L a noche en el campus universitario era un susurro de posibilidades, el aire fresco cargado de aromas a hierba húmeda y el eco lejano de risas estudiantiles. Lucía y Clara eran profesoras de la universidad, y eran compañeras de habitación en la residencia del campus universitario desde hacia tres años. Lucía, con su melena negra y ojos que ardían con una picardía descarada, era un imán de deseo puro. Clara, también morena, con una mirada serena pero cargada de una sensualidad que cortaba el aliento, destilaba una calma que escondía un fuego abrasador. Esa noche, su presa era Mateo, un estudiante de tercero artes escénicas, que se alojaba en edificio contiguo, cuya sonrisa tímida, cuerpo esculpido y aire despreocupado habían encendido sus fantasías desde el primer día del semestre. Mateo estaba sentado en un banco junto al lago artificial que hay en el centro de la universidad, perdido en su teléfono, auriculares puestos, ajeno al torbellino que se le acercaba. Lucía se inclinó sobre e...

Sorpresa inesperada, excitación descontrolada

L a noche envolvía la ciudad en un calor pegajoso, el aroma a jazmín del jardín colándose por las ventanas abiertas mientras Clara, la nueva profesora de literatura, caminaba con el corazón latiendo desbocado hacia la casa de Laura y Sofía. Era su primera semana en el instituto, y la invitación a cenar un viernes por la noche con sus colegas la había llenado de una mezcla de nervios y expectación. Laura, con su risa que resonaba como un desafío y unos ojos que parecían desnudarla, y Sofía, con su voz de terciopelo y gestos que destilaban una elegancia cargada de promesas, vivían juntas en una casa que exudaba calidez y misterio. Clara, aún navegando su nuevo mundo, sentía un cosquilleo ardiente ante la conexión magnética entre ellas. Laura abrió la puerta con una sonrisa que cortó el aliento de Clara, su vestido negro pegado a cada curva de su cuerpo como una segunda piel. "¡Clara, qué alegría verte! Pasa, Sofía está poniendo el broche final a la cena". El aire estaba cargado...