M i nombre es Susi, tengo 18 años, cabello castaño recogido en dos coletas, un cuerpo delgadito con un coño hermoso y un culito que dilata con facilidad. Pero hay algo que me atormenta: mis tetas son pequeñas, casi inexistentes salvo por mis pezoncitos siempre erectos, que se yerguen al menor roce. Este trauma me llevó a buscar ayuda en una clínica especializada en sexualidad, dirigida por la doctora Elena y su asistente, Marcos. La clínica era un espacio íntimo, con luces suaves que creaban sombras cálidas en las paredes y un aroma a lavanda que calmaba los nervios. Elena, una mujer de unos 40 años con cabello negro brillante y ojos profundos que parecían leer cada rincón de mi alma, me recibió con una sonrisa serena que me hizo sentir bienvenida. Marcos, más joven, con un cuerpo atlético y una mirada traviesa que me hizo sonrojar al instante, estrechó mi mano con una calidez que aceleró mi pulso. Me pidieron que me desnudara por completo y me sentara en la camilla, cubierta solo por ...
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