Me senté en la barra del pub 'Noche de Luna', un sitio discreto en el centro, con luces tenues y música suave que apenas dejaba oír las conversaciones. Llevaba un vestido negro ajustado que marcaba mis curvas, sin sujetador, porque sabía que a Rita le volvía loca verme los pezones endurecidos bajo la tela fina. Habíamos quedado a las diez, como siempre, en secreto. Nadie sabía de nosotras. Ni mis amigas, ni mi familia, y mucho menos Javier, mi novio desde hacía tres años. Él pensaba que salía con las chicas a tomar algo inocente. Si supiera…
Rita llegó cinco minutos tarde, como era su estilo. La vi entrar por la puerta lateral, con ese andar felino que me ponía la piel de gallina. Llevaba una falda corta de cuero y una blusa blanca semitransparente, el pelo suelto cayéndole por los hombros. Sus ojos verdes me buscaron inmediatamente y, cuando me encontraron, sonrió con esa picardía que me hacía mojarme al instante. Se acercó despacio, rozando cuerpos ajenos, y se sentó a mi lado en la barra, tan cerca que sentí el calor de su muslo contra el mío.—Hola, preciosa —susurró, inclinándose para darme un beso en la mejilla que duró más de lo necesario. Su aliento olía a menta y a deseo.—Te he echado de menos —respondí, bajando la voz. Mis dedos rozaron disimuladamente su rodilla bajo la barra.Pedimos dos gin-tonics. Hablamos de tonterías al principio: el trabajo, el tráfico, cualquier cosa para disimular. Pero nuestras manos no paraban. Ella subió la suya por mi muslo, despacio, hasta llegar al borde de mi tanga. Yo abrí un poco las piernas, invitándola. Sentí sus uñas arañando suavemente la tela húmeda.—Estás empapada ya —murmuró en mi oído, mordisqueándome el lóbulo—. ¿Tanto me deseas?—No tienes idea —jadeé, cogiendo su mano y presionándola más contra mí.El pub estaba lleno, pero nosotros en nuestra burbuja. Nos besamos por primera vez esa noche en público, un beso rápido, robado, con lengua que sabía a ginebra y a pecado. Sus labios eran suaves, calientes, y su lengua jugaba con la mía como si me estuviera follando la boca. Me agarró el cuello con una mano mientras con la otra me metía un dedo por debajo del tanga, rozándome el clítoris hinchado.—Rita… aquí no… —protesté sin ganas, porque en realidad quería que me follara ahí mismo, delante de todos.—Shh… solo un poquito —susurró, metiendo el dedo dentro de mí, lento, profundo. Gemí bajito, mordiéndome el labio para no gritar.Estábamos tan metidas en nuestro mundo que no vimos llegar a Javier.—Lulú, ¿Qué coño haces aquí?Su voz cortó el aire como un cuchillo. Me separé de Rita de golpe, el dedo de ella saliendo de mí con un sonido húmedo que me hizo sonrojar. Javier estaba ahí, de pie, con los ojos abiertos como platos. Llevaba una chaqueta de cuero, el pelo revuelto, y una expresión entre furia y confusión.—Javi… yo… —balbuceé, sintiendo cómo el pánico me subía por la garganta.Rita se quedó quieta, pero no apartó la mano de mi muslo. Al contrario, la apretó más, como diciendo “aquí estoy”.—¿Esta es la amiga con la que sales? —preguntó él, mirando a Rita de arriba abajo. Su tono era sarcástico, pero vi algo más en sus ojos. ¿Celos? ¿Curiosidad?—No es lo que parece —mentí, aunque era exactamente lo que parecía.Javier se acercó más, se sentó en el taburete del otro lado, encerrándonos. El camarero nos miró raro, pero siguió sirviendo copas.—¿Ah, no? Porque parece que te estaba metiendo mano en un pub, Lulú. Y tú gemías como una puta.El insulto me dolió, pero también me encendió. Rita soltó una risa baja.—Cuidado con cómo hablas, guapo —dijo ella, mirándolo fijamente—. Tu novia está mojada porque la toco mejor que tú, eso es todo.Javier se quedó helado. Yo también. Pero no negué nada. Porque era verdad. Rita me hacía correrme de formas que Javier nunca había logrado. Con él era sexo normal, predecible. Con ella era fuego puro.—¿Quieres verlo? —preguntó Rita de repente, desafiante. Su mano volvió a subir por mi muslo, esta vez a la vista. Javier no se movió.Yo debería haber parado todo. Debería haberle dicho a Rita que se fuera, haber cogido a Javier de la mano y haberle pedido perdón. Pero no lo hice. Me quedé ahí, temblando de excitación y miedo, mientras Rita metía dos dedos dentro de mí sin apartar la mirada de él.—Lulú… —dijo Javier, pero su voz sonaba ronca, no enfadada.Miré su entrepierna. Estaba duro. Se le marcaba el bulto en los vaqueros.Rita sonrió.—¿Te gusta mirar, Javier? ¿Te pone cachondo ver cómo follo a tu novia?Él no respondió, pero tampoco se fue.Salimos del pub los tres, en silencio, como si hubiéramos hecho un pacto sin palabras. Fuimos a mi piso, que estaba a dos calles. Javier iba detrás, sin tocarme. Rita me cogía de la mano.En el ascensor, Rita me besó delante de él. Un beso profundo, sucio, con lengua y gemidos. Yo le metí mano por debajo de la falda, tocándole el coño depilado, empapado. Javier nos miraba, respirando fuerte.Llegamos al piso. Cerré la puerta y Rita me empujó contra la pared, levantándome el vestido hasta la cintura.—Quítate las bragas —ordenó.Obedecí. Javier se quedó en la puerta del salón, mirando.Rita se arrodilló delante de mí, me abrió las piernas y me lamió el coño despacio, desde abajo hasta el clítoris. Gemí fuerte, agarrándole el pelo.—Dios, Rita… sí… así…Ella metió la lengua dentro, follándome con ella, chupando mis labios hinchados, succionando mi clítoris como si quisiera tragárselo. Yo miraba a Javier mientras ella me comía. Él se había bajado la cremallera y se estaba tocando la polla, dura, venosa, palpitando.—Ven aquí —le dijo Rita, sin dejar de lamerme—. Ven a ver lo mojada que está tu novia por mí.Javier se acercó. Rita le cogió la mano y la puso en mi coño, encima de su boca.—Tócala. Mira cómo se muere por correrse.Yo estaba al borde. Sentía las dos manos, la lengua de Rita y los dedos de Javier rozándome.—No pares… joder… me voy a correr… —grité.Rita aceleró, metiéndome tres dedos mientras chupaba mi clítoris con fuerza.—¡Córrete, zorra! ¡Córrete en mi boca, Lulú! ¡Dame todo tu jugo, puta!Eso fue todo. Exploté. Me corrí tan fuerte que me temblaron las piernas, chorros de placer saliendo de mí, empapando la cara de Rita, los dedos de Javier. Grité como una loca, diciendo obscenidades:—¡Sí, joder! ¡Fóllame más fuerte! ¡Soy tu puta, Rita! ¡Me corro, me corro tanto!Cuando terminé, me dejé caer al suelo. Rita se levantó, se quitó la ropa en dos segundos y se sentó en el sofá, abriendo las piernas.—Ahora tú, Lulú. Ven a comerme el coño mientras tu novio mira.Obedecí como una perra en celo. Me puse de rodillas entre sus muslos, le abrí los labios vaginales y lamí su clítoris hinchado, saboreando su miel dulce y salada. Ella gemía fuerte, agarrándome el pelo.Javier se acercó por detrás, me levantó el culo y me metió la polla de un solo empujón. Gemí dentro del coño de Rita.—Fóllala fuerte —ordenó Rita—. Fóllala mientras come mi coño.Javier obedeció. Me embestía como un animal, agarrándome las caderas, dándome hasta el fondo. Yo lamía a Rita como loca, metiéndole la lengua, chupándole el clítoris, metiéndole dedos.—Más rápido… los dos… joder… me voy a correr otra vez… —gemía yo.Rita se corrió primero, gritando:—¡Sí, Lulú! ¡Chúpame el coño, zorra! ¡Me corro en tu boca, trágatelo todo!Su orgasmo fue brutal, se retorció, me empapó la cara entera.Javier me dio la vuelta, me puso boca arriba en el sofá y me folló mirando a Rita, que se masturbaba viéndonos.—Ahora te corro dentro —gruñó—. Te lleno el coño, Lulú.—¡Sí! ¡Córrete dentro de mí! ¡Lléname de leche, joder! —grité yo.Se corrió con un rugido, llenándome, notando los chorros calientes dentro de mí.Los tres nos quedamos jadeando, sudados, pegajosos. Rita me besó, luego besó a Javier. Yo los miré a los dos y supe que nada volvería a ser igual.Ya no había secretos. Solo deseo.

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