Me senté en la barra del pub 'Noche de Luna', un sitio discreto en el centro, con luces tenues y música suave que apenas dejaba oír las conversaciones. Llevaba un vestido negro ajustado que marcaba mis curvas, sin sujetador, porque sabía que a Rita le volvía loca verme los pezones endurecidos bajo la tela fina. Habíamos quedado a las diez, como siempre, en secreto. Nadie sabía de nosotras. Ni mis amigas, ni mi familia, y mucho menos Javier, mi novio desde hacía tres años. Él pensaba que salía con las chicas a tomar algo inocente. Si supiera… Rita llegó cinco minutos tarde, como era su estilo. La vi entrar por la puerta lateral, con ese andar felino que me ponía la piel de gallina. Llevaba una falda corta de cuero y una blusa blanca semitransparente, el pelo suelto cayéndole por los hombros. Sus ojos verdes me buscaron inmediatamente y, cuando me encontraron, sonrió con esa picardía que me hacía mojarme al instante. Se acercó despacio, rozando cuerpos ajenos, y se sentó a mi lad...
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